Ellas, las otras…

Ellas sueñan, entran y salen con libertad, juegan sin temor y el futuro significa muchas cosas menos preocupación.


Las otras son incapaces de mirar más allá de su día a día. El corazón está encogido como para pensar de más.

 
Ellas estudian primaria, continuarán la ESO y el Bachillerato y acudirán a la universidad para prepararse, en base a su potencial, como influencias de provecho para nuestra sociedad. 

Para las otras el estudio no tendrá sentido alguno, porque el trabajo femenino fuera del hogar está prohibido, salvo algunos profesionales de la salud. Los intelectos más inquietos podrán aspirar a formarse en la religión, ya que sus universidades se han transformado en seminarios.


Ellas pueden salir solas con mamá a comprar, y, tal vez, dentro de algunos años convertirse en emprendedoras alguna starup. 


Las otras no pueden asomarse a la calle si un hombre no las acompaña y más adelante no podrán cerrar tratos comerciales con ninguno.


Ellas acuden a su pediatra, un doctor amable, gran profesional de confianza.


Las otras sólo pueden ser atendidas por enfermeras y médicos mujeres.


Ellas salen a pasear en sandalias y pantalón corto. Su melena, aclarada por el sol, luce sobre su espalda y hombros morenitos. Se sienten felices y femeninas luciendo sus uñas pintadas color turquesa a juego con sus pulseras tobilleras. 


Las otras miran a sus madres, enclaustradas bajo el burka. No hay color, no hay risas de verano ni ilusión por estrenar ropa nueva. Tras la tela oscura pareciera morirse la identidad. Si ellas mostraran sus tobillos desnudos, se maquillaran o vistieran de otra manera a la impuesta, serían golpeadas en público.


Ellas ríen mientras juegan con los zapatos de tacón de mamá. 


las otras no se les ocurriría. Está prohibido.


Ellas están acostumbradas a ver a su madre practicando ejercicio. 


Las otras no pueden ver a las suyas ejercitando su salud al aire libre. También está prohibido. 


Ellas pasean por Madrid y pueden observar calles dedicadas a mujeres que dejaron huella en la ciudad,  como Beatriz Galindo, maestra, consejera y amiga de Isabel la Católica, humanista y muy grande gramática, o Concepción Arenal (1820-1893), universitaria  e intelectual española empeñada contra viento y marea en la mejora de las condiciones de vida en las prisiones, de los pobres y el acceso de las mujeres a la educación


Las otras no pueden inspirarse de referentes femeninos mientras pasean. Sus nombres han sido borrados de la vía pública.


Ellas alzan sus cometas sin temor. Las otras no podrán desplegar sus telas de color al cielo. Es antitalibán.


Por nuestras niñas y mujeres
Levanta la voz por los que no tienen voz; ¡defiende a los indefensos! Levanta la voz, y hazles justicia; ¡defiende a los pobres y a los humildes!” Proverbios 31:8‭-‬9

Vanessa Rozas

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