No te des por vencido

Estos días amanecí con unos versos merodeando en mi cabeza: “no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos” (Gálatas 6.9)

Pero…¿cómo seguir haciendo lo correcto, lo bueno, lo edificante y enriquecedor para otros cuando nuestras vidas están al límite?

¿Cómo continuar enfocados en lo que sabemos que está bien, cuando nuestro cuerpo está sin fuerzas, atenazado por la enfermedad, cuando el resentimiento por el daño recibido no consigo desarraigarlo de mi corazón o la vida me pone tan a prueba que con el suave toque de una pluma siento que estallaría en mil pedazos?

¿Acaso esto es posible?

Es posible. No es fácil, pero sí posible.

Me gustaría darte algunas pautas, que para mí han tomado mucho significado en este último tiempo. Son principios para no tirar la toalla en medio de situaciones en las que uno se siente bajo una feroz presión. 

¿Cómo no cansarnos de hacer el bien y no darnos por vencidos?

EN PRIMER LUGAR, MÉTELE A TU CABEZA UN POCO DE AIRE FRESCO.

Nuestras mentes son como los móviles. En ocasiones, debido al colapso de aplicaciones que les hemos introducido, más todas las notificaciones y elementos basura, el móvil se ralentiza. Necesita un barrido con esas aplicaciones maravillosas que despejan el móvil, descargarte las fotos y los vídeos a un disco externo, al ordenador o a la nube, y eliminar las aplicaciones que han dejado de ser de utilidad. Entonces, el móvil, aunque no sea de última generación, se queda como nuevo.

Nuestras mentes funcionan igual. Hay momentos que necesitamos liberar espacio en nuestras cabezas, y esto, no se consigue a base de darnos golpes en la pared, sino llenándolas con materia de primera calidad: pensando en todo lo que es verdadero, noble, correcto, puro, hermoso y admirable, en lo que tiene alguna virtud, en lo que es digno de reconocimiento. Y manteniendo nuestra mente ocupada en esto (Filipenses 4:8). 

Cuando te levantes un día con un casco negro de pesimismo, dale la vuelta a tu mundo, tal y como hace Meryl Streep en su personaje interpretado en “el regreso de Mary Poppins”: Topsy. 

A esta pobre y excéntrica mujer, el mundo se le da la vuelta cada segundo miércoles de cada mes dejándola en un caos total y con todo su mundo patas arriba. 

Este miércoles para ella es una pesadilla, un motivo de amargura e ira contenida, hasta que un día, su prima Mary Poppins le da un consejo: “cuando el mundo se pone de cabeza lo mejor es cambiar junto a él”. Es decir, si no consigues darle la vuelta a tu mundo, dátela tú. Mira las cosas desde otra perspectiva. 

Topsy consigue pillar el mensaje y comienza a vivir cada segundo miércoles de cada mes, literalmente, al revés. Por tanto, su perspectiva se vuelve clara y ordenada y consigue volver a tener serenidad y alegría.

Tú puedes arreglar lo que sea”, le dice también Mary Poppins a su prima. Yo no pienso que podamos arreglarlo todo, pero sí podemos cambiar la perspectiva con la que canalizamos nuestras vivencias dándole la vuelta a nuestra forma de pensar. 

De esta forma, recuperaremos la cordura, y en vez de amargar a todo el que te encuentres a tu paso, volverás a ser una fuente de alegría.

SEGUNDO, TRATA DE VER UNA REALIDAD MÁS ALLÁ DE LA TUYA PROPIA.

En España solemos decir: “mal de muchos… consuelo de tontos”. 

Pero no es ninguna tontería hacer un esfuerzo por salir de nuestra propia realidad que nos colapsa y mirar más allá, es más, es un gesto sólo apto para valientes.

Siempre habrá gente que sufra más que tú. Que sus circunstancias sean mucho peores que las tuyas.

Salir de nuestro propio enfrascamiento nos llevará a preocuparnos por otros y olvidarnos de nosotros mismos. 

Dejaremos de vivir sintiéndonos como el ombligo del mundo.

La biblia nos cuenta que un hombre llamado Job atravesó un amargo y profundo sufrimiento. 

Un día, un rayo del cielo fulminó parte de su ganado y a casi todos sus trabajadores. En ese mismo día otros hombres arrebataron el resto del ganado, asesinando a los criados restantes, salvo uno que logró escapar para contárselo. Por si fuera poco, en ese mismo día también, sus diez hijos se encontraban comiendo juntos en la casa del mayor cuando un huracán echó la casa abajo y todos quedaron sepultados y sin vida bajo los escombros. 

Lo único que no perdió Job fue a su mujer, la cual le animó a maldecir a Dios. Él, sin embargo, no atribuyó a Dios despropósito alguno y continuó adorándole en medio de aquél trago amargo. 

Después de un tiempo, la biblia nos cuenta que en medio de la tragedia Job sacó fuerzas para orar por sus amigos, y adivinad qué…, fue entonces cuando Dios le quitó su aflicción. 

Salir de nuestra realidad para meternos en otras, no es de tontos, es consuelo y puede ser el principio de nuestra restauración personal, aunque al acercarnos a otros no lo hagamos con esa motivación.

Enfrascarte en tu realidad te amargará, te hará una persona huraña, serás como un erizo lanzando púas hirientes a todo el que se acerque a ti. 

No dejes que tu realidad, por muy dolorosa que sea, te lleve a un pozo sin salida. 

Introdúcete en otras realidades y experimenta una salida diferente.

TERCERO. NO TE TRAGUES LA IRA TU SOLO.

La vida está llena de injusticias. Las relaciones están llenas de momentos hirientes: en los matrimonios, con nuestros hijos u otros familiares.  

Y cuando algo nos duele, nos da rabia. 

¿Qué hacemos con la rabia entonces? Unas veces nos la tragamos con patatas fritas, otras arremetemos en contra de la persona que nos hirió. ¿El resultado de cada una de estas reacciones?: mayor amargura e infelicidad.

¿Por qué no tratas de canalizar tu rabia con Dios? Háblale a él, dile qué es lo que te enoja y aquello que te frustra. Cuéntale que no puedes más. Que hasta aquí has llegado. Que necesitas su ayuda o mueres. A Dios le gusta que hablemos así con Él, sin formalismos religiosos y misticismos distantes. A Dios le encantan las cosas claras y el chocolate espeso. 

Mira qué promesa tan maravillosa hay en la Biblia: “depositad en él toda ansiedad, porque él cuida de vosotros” (1 Pedro 5:7). 

Tráele tu ira a Dios, enfádate con él si es necesario, dile que sientes que te han tratado injustamente y experimenta entonces Su cuidado. Él te dará tranquilidad. 

Lo más probable es que toda la problemática que hay a tu alrededor no cambie de inmediato, pero si lo harás tú. 

La ira se esfumará y al llegar la noche dormirás tranquilo.

CUARTO. APÓYATE EN UN COMPAÑERO DE VIAJE.

Tengo algunas compañeras de viaje que son pilares que han sustentado mi vida en momentos muy delicados. 

Los compañeros de viaje son aquellas personas que se salen del grupo grande de la jarana, para convertirse en unos más íntimos. 

Son aquellos con los que te puedes mostrar tal cual eres sin sentirte juzgado ni malinterpretado. 

Te aman como eres a pesar de conocerte en toda tu dimensión: en todo tu potencial y en todo tu desastre.

Cuando te das un golpe en la vida por meter la pata o tomar una decisión tonta, no te abandonan y te siguen queriendo. 

Cuando logras triunfar, celebran contigo con la misma alegría.

Esos compañeros de viaje son los que te ayudarán a no tirar la toalla en momentos de presión. 

Tú los necesitas, yo también. Y ellos, también te necesitan a tí.

No ha habido otra época en la historia en la que el mundo esté más conectado a través de las redes y de Internet. Tampoco ha habido otra en la que suframos tanta soledad.

Cuando en un momento de la vida se te quiera ir la olla por la presión de las circunstancias, ningún amigo de tus redes sociales te sacará de ahí. Ningún “like” conseguirá reanimarte. 

Sólo los compañeros de viaje, palpables y cercanos te mantendrán con los pies en la tierra y te ayudarán a no perder el norte.

Cuando las ganas de llorar sean incontroladas, te abrazarán. 

Cuando consigas salir del túnel de la desesperación, brindarán contigo.

QUINTO. NO DEJES QUE EL MIEDO TE CONSUMA.

El miedo viene a nuestras vidas por una excesiva preocupación por el futuro.

Pero la parodia de la vida es que no puedes controlar, ni el pasado, lo que sucedió ya está hecho, no hay vuelta atrás, ni el futuro. 

Lo único que tenemos entre nuestras manos es el presente.

Coronavirus…. ¿qué sientes al escuchar esta palabra? Algunos absolutamente nada porque pasan olímpicamente de todo, otros se desencajan, a cierto sector les tiemblan las piernas y otros tantos deciden vivir con más precaución pero sin darle más importancia. 

Vivir sin temor cada día de nuestra vida es absolutamente imposible para el ser humano sin la ayuda de Dios. 

Sea el coronavirus, el diagnóstico de una enfermedad o la amenaza de un divorcio el temor tratará de amarrarse a nuestros cuellos. 

Te dejo otra promesa bíblica, me encantan, porque no es un cuento chino, son reales y son experimentales: “El Señor irá delante de ti; estará contigo, no te dejará ni te desamparará. No temas ni te acobardes” (Deuteronomio 31:8). 

Otra más: “no tendrá temor de malas noticias; su corazón está confiado en el Señor. Asegurado está su corazón; no temerá” (Salmos 112: 7-8). 

Y otra… por si aún tienes dudas: “no temas, porque yo estoy contigo. No desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia“ (Isaias 41.10)

Y una más, de regalo: “en esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios” . (1 Juan 4:18 NTV)

No dejes que el miedo te controle. Una persona que no sabe nadar en medio del océano, si se deja apoderar por el pánico, se ahogará. Lo peor, es que si alguien intenta ayudarla, la fuerza del miedo logrará ahogar también al rescatador.  

Vivir sin temor es posible. 

El coronavirus, Dios no lo quiera, puede infectar España, la enfermedad puede llamar a tu puerta, la desilusión familiar se puede presentar sin previo aviso… pero puedes enfrentar estas circunstancias sin temor, no porque seas un superman, o una wonderwoman, sino porque has reconocido que en tu debilidad no puedes enfrentar la vida, que te desmoronarías a la primera de cambio, pero cerca de Dios, es posible, porque “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13). 

Si logramos atesorar, vivir y practicar estos cinco principios de vida, no nos cansaremos de hacer el bien, no desmayaremos, no tiraremos la toalla, seremos capaces, con la ayuda de Dios de seguir caminando, dando fruto y ayudando a los que estén cerca nuestra.

Dios te bendiga

Vanessa Rozas.

Publicaciones relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba