COVID-19: JUNTOS SALDREMOS DE ÉSTA

Me encanta meterme en líos. 

Súmale a esto un día de lluvia y confinamiento y dará como resultado a una loquita en medio del barro, y con la lluvia amenazando, dándole por quitar las malas hierbas enredadas entre el césped de su pequeño jardín. 

Haciendo honor al lema que muchas familias hemos puesto en nuestras ventanas, junto al dibujo del arco iris (tomando la idea de Italia) y que reza: “todo irá bien”, he visualizado mi pequeño terreno durante esta primavera como uno que resurge con la hierba más fresca y fuerte, porque creo que, con la ayuda de Dios, saldremos de ésta. 

Pero claro, no soy ninguna experta en jardinería. Tampoco tengo las mejores herramientas, salvo las básicas. Y lo mejor… no he hecho esto en los siete años que llevo aquí viviendo. 

Cuando nos mudamos a esta vivienda ya existían las malas hierbas, pero…¿qué esperas de un madrileño acostumbrado a la urbe que de repente le plantan en un lugar de naturaleza norteña de frondosa vegetación, que en su vida ha probado un tomate de huerta y que no sabe identificar una higuera de un manzano?.

Mi marido aprendió enseguida a segar con la máquina cortacésped, no sólo la hierba, sino también los pequeños esquejes que yo iba plantando con tanta ilusión y que él identificaba como parte de su misión de aniquilar lo que estaba por encima de la altura normal.  

Por mi parte, fue aquí donde visité por vez primera en mi vida un vivero y me embriagué ante tantos colores, olores y diversas especies de plantas que no tenía ni idea que formaban parte de nuestra existencia. 

Para nosotros, aterrizar en el Bierzo fue un mundo, pero gracias a nuestros vecinos experimentados en la cultura del campo y a la amabilidad y atención recibida en “Viveros Prado”, tanto en persona, como a través de sus vídeos en YouTube retransmitidos por un canal local en la sección de “tu jardín a punto“, fuimos aprendiendo algunas cositas a nivel principiante. 

Pero las malas hierbas convivieron con nosotros desde el primer día: hemos puesto mantas sobre el terreno para hacer pequeños picnics, recibido a amigos, pisado hierba y maleza descalzos y nuestro perro se ha recostado al sol frecuentemente. Lo que quiero decir es que no han sido un problema para nosotros. 

Hasta que el gobierno decretó el confinamiento. 

Dicen que el aburrimiento estimula la creatividad, pues… eso es lo que me ha debido de suceder. 

Hace varios días, mirando por la ventana, esas malas hierbas cobraron para mí un aspecto diferente. Me di cuenta que afeaban el jardín. De repente produjeron en mí una sensación nueva. En medio de la lluvia, salí al patio. Las observé detenidamente. Su aspecto era casi repulsivo sumado a que la hierba se antojaba envejecida. En ese momento, decidí deshacerme de ellas. 

A primera hora de la tarde aparté un buen rato para estudiar, por medio de algunos tutoriales en youtube, el proceso de renovación de un jardín y anoté en mi mente los pasos a dar: primero arrancar las malas hierbas, sea con un herbicida o a mano. Por amor a la naturaleza y porque no tenía uno a mano decidí arrancarlas una a una. Después, había que airearlo o lo que llaman “escarificar” para poder volver a dar vida a un césped que no es joven. El siguiente paso, igualar el terreno y por último esparcir semilla y cubrirla con una ligera capa de tierra. Además habría que tener en cuenta unos consejos de mantenimiento posteriores como segar y regar a menudo y utilizar un abono para darle vigor a la hierba. 

Cerré el portátil y me puse manos a la obra. El tiempo, como advertí no acompañaba, estaba nublado y tirando a frío, hacía aire, el suelo estaba húmedo y embarrado, mi perro al lado poniéndose sucio junto a mí, pero no me importaba. Estaba tan emocionada con esta nueva visión de mi patio que hasta me puse música mientras trabajaba.

Con energía e ilusión me puse a arrancar esas malas hierbas una por una. Había muchas, pero tenía toda la tarde por delante (mis hijas habían estado haciendo “home schooling” conmigo en la mañana y la tarde era exclusivamente para mí). 

Cuando llevaba un ratito mi espalda empezó a resentirse. No tenía la herramienta adecuada, tan solo una pequeña pala, de mano, que me obligaba a estar arrodillada sobre el suelo húmedo. Pero ignoré mis molestias y seguí hacia adelante. 

La tarde comenzó a reclinar. Cada vez que me levantaba a por una bolsa de basura nueva (llené unas diez) mi espalda se aquejaba más. Además, mis vecinas, al observarme desde sus casas preocupadas por mi “condición” me regañaron: “¿pero qué haces ahí, con la tierra húmeda?… te vas a constipar chiquilla ponte algo sobre tus rodillas al menos”, pero ya estaba mojada y sucia hasta las cejas y más de la mitad del trabajo hecho. 

Al caer la noche, y ya casi terminando, mi ánimo también cayó en picado. Ahora, no era solo la espalda, sino las manos que me ardían, a pesar de utilizar guantes. Comencé a preguntarme cosas como: “¿pero por qué me meto en estos líos?” Y empecé a tener serias dudas de si mi trabajo valdría de algo. Si todo ese tiempo invertido y el esfuerzo que me estaba llevando iba a merecer la pena, si esas malas hierbas no iban a volver a salir y todo sería en vano. 

El patio estaba hecho un desastre, sucio, barro por todas partes, el terreno abierto y afeado y mi fe en mi “pequeño oasis restaurado” empezó a tambalearse. Me fui a la cama cansada y adolorida. 

A la mañana siguiente, con las fuerzas y el ánimo más renovado continué trabajando. La labor posterior fue diferente. Airear el jardín no fue tan duro pues tengo una especie de azada con púas larga y ya no tuve que estar agachada. Rellenar los huecos de la maleza arrancada fue agradable. Y esparcir la semilla, lo mejor. 

Después de limpiar mi esperanza volvió a resurgir. Sólo tocaba esperar, ver el fruto y concienciarnos que necesitaríamos nuevos hábitos para cuidar de él de aquí en adelante para que nuestro trabajo no fuera en vano: cortad el césped y regarlo más a menudo, abonar, amenazar de muerte a mi perro para no hacer agujeros y utilizar un herbicida natural para luchar contra las malas hiervas que pudieran ir brotando de nuevo. 

Todo esto me hizo recapacitar. 

Pensaba en nuestro confinamiento. Gracias a él, he podido meter mano a mi jardín. Sin él, no se me hubiera ocurrido, probablemente, involucrarme en cuerpo y alma en este lío. El confinamiento me hizo soñar con mi pequeño oasis particular. 

¿Puede este confinamiento traer algo bueno a nuestras vidas?

Una semana en casa, muchos estamos cansados, los niños pequeños colgados de las paredes, algunas que otras chispas saltando en nuestras convivencias particulares y el aburrimiento nos acosa junto a la preocupación del famoso “nos espera lo peor” y la prórroga de quince días más de encierro que hoy el gobierno anunció. 

Pero, ¿qué tal si miramos hacia nuestro confinamiento con otra perspectiva?

Hasta que el gobierno nos ha encerrado en casa por nuestro bien, nuestras vidas en mayor o menor medida han sido un trajín. Idas y venidas. Trabajo. Conciliar vida familiar con la laboral. Los desafíos de la crianza o adolescencia. El matrimonio que apenas se comunica. La familia que apenas se ve porque cada uno anda por su lado. El stress diario. La falta de quietud y descanso personal. El agotamiento físico, mental y emocional debido a la multitarea, patrones que perjudican nuestra salud, alguna que otra adicción. En definitiva, malas hierbas que hemos dejado crecer y hemos convivido con ellas como si nada. 

El confinamiento es duro, pero ya que estamos, ¿por qué no aprovecharlo para arrancar una a una las malas hierbas de nuestras vidas?. No vamos a pillar una oportunidad así en otra ocasión. Ni siquiera en vacaciones. 

Durante este encierro por primera vez sentí la necesidad de arrancar esa maleza de cuajo con la que tan cómodamente habíamos convivido hasta ahora. Y esto me hizo soñar.

Hay que parar para ver. 

Y hay que ver para soñar. 

¿Qué ves tú en ti mismo o en tu familia? ¿Hay alguna mala hierba por ahí? Pues arráncala, de raíz, sin misericordia ninguna.

¿Se trata de falta de comunicación?, ahora tenemos el bien más preciado entre nosotros: el tiempo. Utilízalo, no sólo para sobrevivir juntos entre cuatro paredes o hacer una ruta virtual y gratuita por el museo del Prado, que dicho sea de paso, es también una oportunidad muy buena para disfrutar de una excursión cultural. 

Hagamos un esfuerzo por comunicarnos más allá de la conversación del nivel ascensor (la cuál se reduce a: “¿ha hecho frío hoy, no?”) sino para profundizar en los sentimientos del otro por medio de preguntas … “¿cómo estás hoy? ¿qué podemos hacer para mejorar nuestra relación? ¿cómo te sientes en este tiempo hijo, hija?”.

Si vives solo, no te aísles por favor. La soledad no es hierba sana. Tira de teléfono, skype, FaceTime o whatssap y habla con tus amigos. No con aquellos compañeros del cole que no ves desde hace 20 años sino con aquellas personas con las que quieras profundizar más tu relación. 

O quizás te has quedado estancado en tu crecimiento personal debido al trajín que no te ha permitido tener tiempo para ti. Una amiga me dijo, estos días están siendo duros, pero me estoy reencontrando con algunos libros. Es un buen tiempo para retomar la lectura, un hábito que estamos dejando olvidado debido a la sobreestimulación tecnológica. 

Tal vez has identificado que no pasas el suficiente tiempo con tus hijos en condiciones normales. Aprovéchales ahora. Están con nosotros. Es un motivo de gratitud. Hacer “la escuela en casa” y ayudarles con las tareas es la mejor excusa para ESTAR junto a ellos, y digo ESTAR en mayúsculas porque podemos estar y ESTAR. Juega a las cartas, al parchís, haz galletas o baila un zumba junto a ellos. Hagamos que nuestros hijos no recuerden esta crisis sanitaria como una pesadilla, sino como un tiempo especial que vivimos en familia.

O puede que tu casa necesite una puesta a punto. Los desordenes hogareños son malas hierbas que pueden ocultar otros desórdenes emocionales o personales. Organiza un programa de limpieza en casa con los que tienes contigo, ordena el caos y con ello tu mente, emociones y salud.

Alguna mujer que lea esto puede estar sumida desde hace tiempo en una situación de maltrato. Si es así, esa es tu mala hierba. Dios quiera que este confinamiento te lleve a tal desesperación que te ayude a arrancar de cuajo y de una vez por todas esta situación llamando, para empezar, al 016.

O la mala hierba, en muchos de nosotros, es que no hemos valorado lo suficiente las cosas que diariamente tenemos tan a mano: abrazar a un amigo, saludarnos con dos besos, dar un paseo sin temor, entrar en el súper sin miedo y contemplar los stands llenos de comida.

Lo que tenemos encima no es poca cosa. Las cifras de los infectados y muertes por coronavirus están subiendo cada día de forma alarmante. Creo que en los próximos días España va a vivir una mezcla de emociones fuertes, lágrimas y duelo, por aquellos que vamos a perder y que hemos perdido. Pero muchas más alegrías y esperanza al ver a los nuestros recuperados. 

Si hay algo que amo de mi país es su solidaridad. Ya lo vivimos con el 11M. España es un buen país, con un gran corazón y que sabe aplaudir desde las terrazas a sus héroes. Pero me da la sensación que esa sensibilidad la tenemos escondida en una carcasa en los tiempos más o menos buenos. Pero llegan las crisis, como el coronavirus, nos rompe la carcasa y aflora la solidaridad.

El COVID-19 o nos tumba o nos hace mejores. 

Yo no he sido infectada. Al menos por ahora. Lo sé, sé que es más fácil soñar desde este punto, cuando todo no está tan mal. Pero sí tengo personas cercanas que han sido infectadas lo cual ha apuntalado nuestras emociones como familia. 

Creo que escuchar “las voces de la esperanza”, nombre con el que acabo de bautizar a los cientos de testimonios que vamos a oír de personas curadas del virus COVID-19, puede alentarnos a soñar a todos, infectados y no infectados.

Testimonios como el del violonchelista Pedro Alfaro entrevistado anoche en la sexta: “él es la cara de la esperanza del coronavirus, el rayo de luz que anima a seguir peleando contra la pandemia que ha paralizado al planeta” (la sexta). Este hombre ha experimentado el contagio, ha sido hospitalizado y ahora está recuperado. Su carcasa se ha quebrado y va a llenar el mundo de música. Yo me quedo con sus últimas palabras: “hay una realidad que está surgiendo, y es la realidad del amor, y es un amor que nos hace indestructibles” 

El amor del que habla Pedro Alfaro, ese amor humano que resurge en estos tiempos, es un don dado del cielo. Lo tenemos por diseño divino. 

Ahora bien si el amor humano es fuerte, el amor de Dios lo es más. El amor humano nos lleva a ser respetuosos y solidarios, lo cual no es poco. El amor de Dios va mucho más allá, lo entrega todo, sin esperar nada. El amor humano tiene límites, el que viene de Dios no: porque “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4.18)

Hay una última mala hierba de la que te quiero hablar: la incredulidad. 

¿Podría este confinamiento hacer que nuestras miradas se elevaran al cielo y ver a un Dios de amor de tal magnitud que lo entregó todo por amor y aunque hubieras sido la única persona del planeta, lo hubiera hecho igualmente, sólo porque te ama?

Creo que mi jardín en esta primavera lo veré diferente. El césped brotará con una fuerza, color y vigor renovado. Yo creo que este confinamiento puede hacernos más fuertes, mejores personas, traer orden.

Quién sabe si tu problema matrimonial tiene más esperanza de la que pensabas, si tu relación con tus hijos puede mejorar considerablemente, si al fin puedes ser una mujer libre de la violencia, si puedes cultivar tu talento y tu don durante este encierro, para que tras tu confinamiento salgas con un potencial renovado y estar listo para llenar tu mundo de música, si serás capaz de mirar al Dios del cielo que te ama con amor eterno….y si has sido infectado con el COVID-19, ¿quién sabe si serás la próxima voz de esperanza para nuestro mundo?

Quita tus malas hiervas. Tenemos tiempo por delante, aprovéchalo. 

Entre todos podemos lograr que este confinamiento no se quede sólo en un mejor hábito para lavarnos las manos. 

Dios te bendiga.

#covid19juntosvamosasuperarlo.

El emocionante solo de Pedro Alfaro: https://www.lasexta.com/programas/sexta-noche/entrevistas/el-emocionate-solo-de-violonchelo-de-pedro-alfaro-recien-curado-de-coronavirus_202003215e7698f44626fc0001b7d10e.html

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