Hace varios años tuve una especie de “crisis existencial” ante la inminente llegada de los 40.
En esta sección es razonable hablar de los estudios, trayectoria profesional, etc y lucir certificaciones y demás.
No quiero ser un bicho raro, pero tampoco quiero dejar de ser honesta y transmitirte quién soy de verdad.
Hasta los cuarenta podría resumir en unas líneas lo que hice:
- Saqué mi titulación de grado formativo superior de secretariado
- Trabajé como secretaria, administrativo y recepcionista.
- Colaboré como voluntaria en varias entidades cristianas.
- Me casé y tuve dos hijas.
- Más adelante vino nuestro perro.
Esto fue antes de los 40.

Con la llegada de los 40 me topé con la fábula del águila y eso… me marcó.
Os cuento en qué consiste:
Las águilas son las aves con mayor longevidad de su especie.
Puede lograr vivir unos 70 años, pero para llegar ahí, a los 40, debe tomar una difícil decisión.
Para ese tiempo sus uñas están demasiado largas y flexibles y no consigue cazar sus presas, de las cuales se alimenta.
Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando a su pecho.
Sus alas están envejecidas y pesadas por el grosor de sus plumas, por lo que volar se convierte en una empresa imposible.
Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: dejarse morir o enfrentar un doloroso proceso de renovación que durará unos ciento cincuenta días.
Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y refugiarse en algún escondrijo donde no tenga necesidad de volar.
Improvisa un nido y comienza su proceso de “reinvención” muy doloroso pero increíble:
Comienza golpeando su pico contra una roca o pared hasta arrancárselo.
Espera entonces al crecimiento de otro pico nuevo con el que irá desprendiéndose de sus uñas, una a una.
De nuevo, espera al crecimiento de sus nuevas uñas, para entonces, quitarse sus plumas viejas.
Cinco meses y el águila surca el cielo con un vuelo de renovación que la ayudará a vivir 30 años más.
Pues esto, más o menos, es lo que me pasó a mí.
Sentí que había llegado a una etapa en mi vida en la que tenía que desprenderme de algunas cosas y renovarme en otras.
De este momento, surgieron cambios a nivel personal y el comienzo de mi “reinvención profesional“.
Aunque, claro, todo esto no fue de la noche a la mañana.
Como mi pasión es ayudar a las personas a través de lo que les comunico, pensé en ampliar mi círculo de influencia.
Qué mejor plataforma, pensé yo, que la que otorgan las redes sociales.
Sin tener mucha idea de nada, me lancé y abrí una cuenta en instagram, una fan page en facebook, un canal de youtube y un blog.
Al principio no me daba cuenta que el contenido que publicaba estaba muy relacionado con el “coaching“. Un día me vino la luz y comencé a formarme oficialmente en este perfil profesional.
Con la certificación como coach recién sacada del horno, me embarqué en otra, debido a la necesidad de una gestión más excelente y eficaz en redes sociales, la de “community manager” gracias a la maravillosa plataforma de “Mamis Digitales” quien apuesta por formar a mujeres en una de las profesiones con mayor proyección en la actualidad sin tener que renunciar a pasar tiempo con tus hijos.
Son dos profesiones que tienen que ver con mi pasión, vocación y misión de vida, y me otorgan un increíble sentido de propósito.
Estos dos nichos, aunque muy diferentes entre sí, para mí es el matrimonio profesional ideal:
Como Coach, te inspiraré a abrazar la mejor versión de ti mismo, mediante el acompañamiento personal y un plan de acción específico y diseñado a tu medida.
Como Community Manager, te ayudaré en la gestión de tus redes sociales, para que contribuyan a sacar el máximo potencial de tu empresa o negocio, aportando valor e incentivando tus ventas.
Aquí estaré para cuando me necesites.


"Los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse" (Is 40:31)
