Hay un proverbio chino que reza así:
“Cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros. Otros molinos”.
Las épocas de cambio tienen una potente acción sobre nosotros: o nos estancan o nos convierten en personas fructíferas.
Los cambios pueden aferrarnos con ímpetu a los mismos paradigmas de siempre, hermetizándonos en nuestros propios prejuicios y aislamiento, o ayudarnos a ver que ellos son precisamente las mejores oportunidades para construir molinos, esto es, la capacidad de sacar de los cambios el mejor provecho, de usarlos como semillas fertilizadoras para ser más productivos en ciertas áreas de nuestras vidas.
Tengo unas palabras en mi cabeza recurrentes en mis particulares situaciones de cambio. Una frase que viene una y otra vez en medio de etapas de nuevos movimientos:
“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa”.
Se trata de un verso bíblico del libro de Isaías 41:10 y que se ha convertido en el susurro de Dios cada vez que tengo que enfrentar desafíos nuevos que me sacan de mi área cómoda.
Me sucedió en mi segundo embarazo. Mi primera hija tenía poco más de un año cuando el test de embarazo me confirmó que portaba otro bebé. También en momentos de mudanza, cambios geográficos y nuevos retos a nivel profesional.
Una y otra vez este verso acudía a mi cabeza trayendo una paz tan real que me quitaba toda zozobra.
El “no tengas miedo” de Dios tiene varios por qué:
Porque “Yo estoy contigo“. Es decir, Dios se quiere reducir al tamaño de nuestras preocupaciones en medio de los cambios. Está a nuestra disposición para ayudarnos a gestionar la llegada de un bebé que nos desajusta, desea favorecer nuestra integración en el nuevo barrio donde vamos a vivir y potenciar el aprendizaje productivo de un nuevo puesto laboral.
En cada cosa, por pequeña y ridícula que te parezca, Dios quiere ayudar. Eso trae descanso.
Porque “Yo te doy fuerzas“. Creo enormemente en el potencial de cada persona. Hemos sido dotados de habilidades que en muchas ocasiones, desconocemos. Cuando somos conscientes de ellas y las trabajamos podemos llegar muy lejos.
Una de mis mayores pasiones al estudiar coaching es precisamente éste: ver que otros puedan llegar a alcanzar su máximo potencial y trasciendan sus propios límites.
Pero también creo que hay ocasiones y tiempos donde todo se nos hace un mundo. Y no pasa nada por decir “no puedo”.
Reconocer que una situación me supera no es síntoma de fracaso sino de apertura para recibir ayuda.
¿Has visto alguna vez un pajarillo caer del nido? Es un momento de extrema vulnerabilidad. Hace varios años, apareció un polluelo dentro de la campana extractora de nuestra cocina. Una vez que lo teníamos en nuestras manos, supimos que si no nos disponíamos a cuidarlo moriría. Así que preparamos una cajita y lo alimentamos con una jeringuilla por un tiempo a base de agua y pan rallado. Al principio, asustado, revoloteaba al rincón de la cocina sin fuerza. Tras varias semanas, comenzó a volar con brío de un extremo a otro de la casa, viniendo a nosotros cuando le llamábamos. Un día abrimos la ventana y salió enfilado hacia el campo.
Hay momentos en los que es muy saludable reconocer que una situación nos supera y nos sentimos incapaces para volar. Es entonces donde damos oportunidad a Dios de intervenir en nuestras vidas y aquello que en nuestras fuerzas no podemos, en las de Dios y de forma sobrenatural, comienza a fluir en formas inimaginables.
Por medio de nuestros propios recursos podemos llegar lejos, pero en el camino estaremos expuestos a quedar exhaustos y heridos. En las manos de Dios podremos sobrepasar horizontes imposibles mientras Él nos cuida para no desmayar.
Lo he experimentado una y otra vez. Cuando siento que me agoto y una nueva etapa amenaza con quitarme mis fuerzas físicas, emocionales y espirituales puedo confiar que Dios proveerá una fuerza sobrenatural y suficiente, logrando llegar más allá de lo soñado.
“Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su vigor. Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan a caer, pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse”. Isaías 40:29-31
Vanessa Rozas