Feliz año, feliz travesía

Al terminar el año ¿qué tipo de impresiones vienen a tu mente? ¿Has realizado un análisis y valoración de estos 12 meses? ¿Qué palabras o slogan escogerías para definir lo que ha sido tu travesía en este año que se va? 


Quizás el año ha sido para tí una dulce travesía, como una cálida navegación a bordo de un crucero donde casi puedes imaginar a Leonardo Di Caprio y Kate Winslet con sus brazos extendidos al viento, en la punta del barco, sintiendo el aire acariciando sus rostros. Si ese fue tu caso seguro que en esta noche entrarás con ilusión por esas puertas hacia el 2020. 


O tal vez tu navegación fue más turbulenta. Pudiera ser que en cierto momento del 2019 tu barco chocara con algún iceberg que no viste venir, que no esperabas y que te hizo perder el control, sintiendo que tu vida se hundía, llegando a día de hoy, 31, cansado, abrumado y sin mucha espectativa de lo que pudiera deparar el 2020.


Tal fue el caso de Pablo, el gran apóstol y maestro de la iglesia primitiva. Él, en una de sus tantas navegaciones, sintió que se le iba la vida, no sólo a él, sino a todos los que le acompañaban en la misma travesía:

“pero, poco después, un viento huracanado del nordeste azotó el barco y comenzó a arrastrarlo. Como no podíamos mantener el barco de cara al viento, tuvimos que dejarnos llevar por él. Pasamos por detrás de una pequeña isla llamada Cauda, donde el viento no soplaba con tanta fuerza, y con mucho trabajo logramos izar el bote salvavidas.” (HECHOS 27:14‭-‬16 DHHE)


En aquella embarcación, se respiraba miedo, desesperanza, agobio y la sensación de una pérdida total del control de la navegación


“Durante muchos días no se dejaron ver ni el sol ni las estrellas, y con la gran tempestad que nos azotaba habíamos perdido ya toda esperanza de salvarnos.” (HECHOS 27:20 DHHE)


Pero esa nave, pese al azote de las circunstancias que la hicieron peligrar tenía un destino:

“y navegando con dificultad a lo largo de la costa, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos… (“HECHOS 27:8 DHHE)


El destino, aunque no era el imaginado o planeado, fue uno de Buenos Puertos. 
Pero ¿cómo saber con certeza, ante circunstancias extremas que nos dejan sin aliento, que nuestra nave no se hundirá, que hay esperanza, que podemos atracar al final en Buenos Puertos? 


Pablo fue el único que no perdió la esperanza de sobrevivir porque albergaba una certeza y seguridad tan real y evidente que fue lo que impidió que el desánimo y la locura se apoderaran de la embarcación, la voz de Dios:

“Se había perdido mucho tiempo y ya era peligroso viajar por mar porque se acercaba el invierno. Por eso, Pablo les aconsejó:  –Señores, veo que este viaje va a ser muy peligroso, y que vamos a perder tanto el barco como su carga, y hasta podemos perder la vida.  Ahora, sin embargo, no os desaniméis, porque ninguno de vosotros morirá, aunque el barco sí va a perderse. Pues anoche se me apareció un ángel, enviado por el Dios al que pertenezco y sirvo, y me dijo: ‘No tengas miedo, Pablo, porque has de presentarte ante el césar, y por tu causa Dios va a librar de la muerte a todos los que van contigo en el barco.’ Por tanto, señores, ánimo, porque tengo confianza en Dios, y estoy seguro de que las cosas sucederán como el ángel me dijo. Sin duda, seremos arrojados a alguna isla” (HECHOS 27:9‭-‬10‭, ‬22‭-‬26 DHHE)


En medio de la tormenta necesitas oír una voz, una voz que te asegure que la cosa no se acaba aquí, que aún hay tierra que descubrir, propósitos por los cuales transitar. Necesitas escuchar la misma voz que Pablo. La voz de Dios. Cuando esa voz resuena con fuerza en tu corazón, ya puede tronar, arremeter el viento de incertidumbre, la preocupación por el futuro que esa voz te mantendrá a salvo y en seguridad. 


Sólo necesitas oídos para escuchar: “tranquilo este no es el fin. Aguanta un poco más. Resiste. Después de la tormenta llegará la calma. Te amo y no te dejaré, naufragarás pero habrá un buen fin, yo mismo te llevaré a Buenos Puertos” 


“No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa.” (ISAÍAS 41:10 DHHE)


Si el 2019 se antojó una navegación turbulenta, te propongo algunas metas para el 2020:

  • Párate, y escucha a Dios. Él quiere hablarte y darte paz. 

Esto es lo que explicamos anteriormente. Disponte a escuchar la voz que te llevará a una esperanza real y práctica, la voz de Dios.

  • Desazte de las cargas pesadas que pueden hundir tu barco. 

“Al día siguiente, la tempestad todavía era violenta, así que comenzaron a arrojar al mar la carga del barco; y al tercer día, con sus propias manos, arrojaron también el aparejo del mismo.” (HECHOS 27:18‭-‬19 DHHE)


Proponte arrojar los sobrantes de tu vida, aquello que pesa y que puede hundir tu embarcación. Dios está dispuesto a hacer Su parte, sobrenatural y gloriosa. Pero no olvides el factor humano, lo que a tí te toca hacer. No pienses que por quedarte dormido en la popa, esperando la salvación de Dios serás librado. Sé proactivo, ármate de coraje para tirar por la borda los malos hábitos, las indisciplinas, las adicciones, la falta de tacto y de tiempo con los que te quieren, la obsesión con el trabajo, la manía de querer mostrar por medio de las redes alguien que no eres en verdad, el orgullo cegador o las actitudes que no dejan moldear en tí la mejor versión de tí mismo. 

  • Permanece, no abandones la nave

“Los marineros, pensando en huir del barco, comenzaron a arriar el bote salvavidas mientras aparentaban echar las anclas de la parte de proa. Pero Pablo avisó al centurión y a los soldados, diciendo: –Si estos no se quedan en el barco, no podréis salvaros.” (HECHOS 27:30‭-‬31 DHHE)


Cuando el miedo nos invade tu mente grita: ¡sal de ahí!, ¡huye, abandona tu trabajo, tu matrimonio, tu iglesia, tu proyecto, tu país, o España si no eres de aquí! Y aunque en ocasiones extremas la solución es huir, otras, la salida está en permanecer y esperar a la salida que Dios te dará: 

“No sois vosotros quienes vais a librar esta batalla. Tomad posiciones, estaos quietos y veréis cómo el Señor os librará” (2 CRÓNICAS 20:17 DHHE)

  • Ten cuidado como tratas a los más cercanos.

Cuando la presión nos embarga, es muy fácil herir a los que tenemos más cerca, no los mataremos literalmente pero podemos dañarlos mucho si les hablamos con aspereza, si perdemos la sensibilidad, si nos olvidamos de pasar tiempos intimos y de calidad:

“Pero fuimos a dar en un banco de arena, y el barco encalló. La proa quedó encallada en la arena, sin poder moverse, mientras la popa comenzaba a hacerse pedazos por la violencia de las olas.  Los soldados decidieron entonces matar a los presos, para que no escapasen a nado.  Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, no permitió que lo hicieran, sino que ordenó que quienes supieran nadar se lanzasen los primeros al agua para llegar a tierra, y que los demás los siguieran, unos sobre tablas y otros sobre restos del barco. Así llegamos todos salvos a tierra.” (HECHOS 27:41‭-‬44) DHHE

  • Cuando sientes perder el control, tu salud se resiente.

No dejes de cuidar tu salud en esos momentos, tu cuerpo necesita estar saludable y en buena forma para resistir el enviste de olas que en debilidad y en mala forma física podrían acabar con nosotros. 


“De madrugada, Pablo recomendó a todos que comiesen algo. Les dijo: –Ya hace dos semanas que por esperar a ver qué pasa no habéis comido como de costumbre. Os ruego que comáis alguna cosa: debéis hacerlo si queréis sobrevivir. Pensad que nadie va a perder ni un cabello de la cabeza.” (HECHOS 27:33‭-‬34 DHHE)

  • Echa las anclas oportunas para evitar un suicidio en vida. 

” Ante el temor de chocar contra las rocas, echaron cuatro anclas por la parte de popa, mientras pedían a Dios que amaneciera.” (HECHOS 27:29 DHHE)


El ancla más segura es la oración. Si tu periodo de oscuridad se alarga, echa el ancla de la oración, clama a Dios porque amanezca. Dios escuchará, actuará y te librará de la forma en que no esperas


Te deseo una renovada navegación en este 2020.

!Feliz año y feliz travesía!

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