Imprescindibles en Navidad

Huele a Navidad.

Y no sólo por la iluminación de nuestras calles y centros comerciales, o porque los niños ya están en su cuenta atrás para las vacaciones y la apertura de toda la marabunta de regalos que les esperan por parte de sus padres, tíos o abuelos.

Huele a Navidad para aquellos que recuerdan, para quiénes trasladan el corazón a un cobijo con hedor a excremento y animal y envuelven su corazón junto a la sombra de un cajón, un comedero de bestias transformado en una cuna que abriga al niño Jesús.

Recordar es la clave para regresar a la esencia, huyendo de todo sucedáneo materialista, consumista y superficial.

Y como recordar es un ejercicio difícil para la mente, al menos para la mía, en medio del trajín y de los días locos que van y vienen sin apenas dejarnos hálito para reflexionar, me gusta decorar mi casa, con algunos imprescindibles de Navidad que me ayuden a recordar:

Las flores de Pascua

Sean artificiales o naturales, el rojo de la flor de pascua infunde pasión, vida, alegría y rompe la monotonía de los colores neutros.

La planta fue descubierta en 1828, por John Poinsett, botánico y estadista estadounidense. Desde 1821 hasta 1826 representó a Carolina del Sur en la cámara baja de los Estados Unidos, al mismo tiempo que fue enviado a México convirtiéndose allí en ministro estadounidense en 1825.

Y fue justo en su estancia en México, en una visita a Taxco de Alarcón, donde Poinsett descubrió esta planta, la cual ya la utilizaban los aztecas para elaborar cosméticos, teñir tejidos e incluso crear medicinas para curar la fiebre.

Quedando tan admirado de su belleza, la envió a EE.UU y la planta comenzó a cultivarse, venderse y ser conocida por su belleza y simbolismo en época navideña: su forma de estrella nos ayuda a recordar a la estrella que guió a los magos de oriente hacia el niño Jesús, y su color rojo, tiñe nuestra vista dirigiéndola hacia el Calvario, momento en el que aquél niñito, hecho ya un hombre, vertía su sangre por nuestros pecados.

Centros de Navidad con tonos dorados

Los centros dorados en nuestras mesas aportan elegancia y evocan celebración.

El dorado durante siglos fue un símbolo de realeza, autoridad y gobierno.

Cuando los magos de oriente se encaminaron hacia Belén, entre sus regalos escogieron oro, reconociendo que aquél bebé un día reinaría, y aunque en un primer momento vino como cordero, para entregarse en sacrificio por nosotros, habrá un momento en que regresará como Rey, para juzgar a toda la tierra.

Jesús es el Rey de Reyes y el Señor de Señores.

Por eso el oro, en el centro de nuestras mesas, nos ayuda a recordar que tener a Jesús, el Rey, en el centro de nuestros corazones naciendo, viviendo y guiándonos es la decisión mas trascendental que podemos tomar en esta vida.

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6)

El árbol, las guirnaldas y centros en color verde.

El color verde en mis decoraciones navideñas me ayuda a recordar el campo, la naturaleza y especialmente los verdes pastos donde las ovejas de aquellos pastores de la primera navidad pacían.

El niño de Belén, el Dios que dejó el cielo con toda Su Gloria y Majestad, decidió nacer en un lugar maloliente y descubierto y revelarse a aquellos hombres cuyo rango en aquella época de la historia pertenecía al mas bajo de la sociedad: los pastores de Belén.

No todas las Navidades son iguales, hay navidades llenas de jolgorio, alegría, canciones y niños correteando por las casas. Otras, sin embargo, están embriagadas de soledad y desgana. Algunas incluso se tornan cruentas debido al desgarro de la pérdida reciente de un ser querido. Es entonces donde la decoración, las luces o los banquetes exquisitos, pasan a ser una humilde cena común, sombría y dolorosa.

Esta es la gran noticia de la Navidad, aunque tu Navidad se presente humilde, ten esperanza. A Dios le encanta mostrarse a los humildes, revelarse al que más sufre, estar cerca del que llora, nacer en el corazón agitado y traer paz.

El verde es un símbolo de esperanza para el alma que sufre. Jesús es la esperanza no sostenida en hilos banales, sino un ancla firme en los tiempos de abatimiento:

“… Dios no puede mentir, recibimos un firme consuelo los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado. Esta esperanza mantiene firme y segura nuestra alma, igual que el ancla mantiene firme al barco” (Hebreos 6:18, 19)

El Belén.

Llámame tradicional, pero el Belén, no falta en mi Navidad.

Es el recordatorio más tangible del nacimiento de Jesús, un recuerdo que cada vez es más difícil atesorar, de encontrar por las calles de la ciudad o en los anuncios televisivos que nos impulsan a perdernos entre compras y afán.

A través del Belén el cumpleaños de Jesús se hace más palpable en estas fechas: Él nació, no es un cuento, no es una leyenda, es la verdad suprema de nuestro Dios Salvador y Rey, de un Dios que nos ama tanto que dio lo mejor que tenía:

“Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3.16)

No te olvides…. recuerda…., porque recordar es un tesoro en extinción.

Feliz Navidad.

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